Un verano con Death
Durante el verano de 2024 me la pasé escuchando discos y, entre ellos, casi que toda la discografía de la banda de Chuck Shuldiner. + Otoño Imperdonable
Schuldiner es una de las figuras más emblemáticas del universo del heavy metal y, tras su muerte en 2001, su figura legendaria crece con el paso de los años.
La discografía de Death, su banda insignia, se posiciona como una de las más sólidas del estilo. Es decir, es sorprendente la vigencia que tienen todos los álbumes, a pesar de que algunos han superado las tres décadas. Por supuesto que esa apreciación coincide con el buen momento que está viviendo el género en la actualidad (más adelante hablaremos al respecto), cuyas representaciones actuales le deben mucho a Death y (algo que no suele suceder) a cada una de las vertientes que el grupo de Schuldiner fue explorando a lo largo de toda su carrera artística. Porque la banda de Florida, bajo la mente maestra de Chuck, fue expandiendo sus complejidades compositivas, a tal punto que en el último tiempo poco quedaba de ese primer death metal chato y ortodoxo.
Durante el verano del 2024 escuché largo y tendido los discos de Death. Especialmente, hice hincapié en los álbumes faltantes, aquellos que todavía me quedaban por tachar de la lista. Es así que retorné a Scream Bloody Gore, Leprosy y Spiritual Healing. Sobre el debut, me sirvió para reafirmar el gran disco que es y que si bien en 2024 -después de que haya pasado mucha agua bajo el puente-, está más cerca a un disco de blackened thrash que a uno de death metal, se puede entender el impacto que generó en 1987: las voces de ultratumba, las melodías de guitarra pasadas de distorsión y reverb, oscuras y muertas, y las líricas que homenajean al mejor cine e historietas de terror; el gore, el morbo, la sangre. Desde ya que no habrá sido nada sencillo de procesar, pero cuyo impacto fue esencial para plantar la semilla de lo que representó para la escena del metal, a más de 35 años de su lanzamiento.
Respecto a Leprosy (1988), a tan solo un año del debut, se nota el refinamiento de las composiciones y no sería obtuso afirmar que se trata de un mejor disco de death metal clásico, conceptualmente hablando, y, tal vez, el mejor de esta primera época. No por nada, Death cerraba sus shows con “Pull the Plug”: una finisima demostración de metal muerto, pesado, denso y sin perder el buen gusto por las melodías.. Leprosy viene a instalar una inquietud compositiva que en pocos años Schuldiner iba a resolver: el regocijo por lo sucio y la ambición por la prolijidad, dos conceptos que luego de Spiritual Healing (1990) serían las insignias a conseguir. Sobre el tercer álbum de Death, es preciso afirmar que se trata de un disco de transición, con grandes ideas, con una expansión lógica respecto del sonido de los dos álbumes anteriores, pero con mucho que resolver. Para esta época, principios de los años 90, el género empezaba a dar una vuelta de tuerca y, además de la notoriedad en el mainstream y discos cada vez más “vendibles” y ambiciosos, se empezó a dejar de lado todas las cuestiones tribales (es decir, en las letras ya no importaba tanto que se escriba sobre la sangre, el gore, etc.),y que el foco gire en torno en temáticas más “serias”, por así decirlo. En el caso de Death, en Spiritual Healing, hay una búsqueda sobre conceptos que tienen que ver con problemáticas de las clases sociales, la pregunta por el yo y hasta el existencialismo.
Todos esos tópicos toman verdadera forma en Human (1991) y en Individual Thoughs Patterns (1993), dos de los puntos más altos en la discografía de Death. Aquí Chuck Schuldiner, en compañía de distintos músicos excepcionales (en los 90s, el líder de Death tocó con muchísima gente), pone de manifiesto su completa refinación en el aspecto técnico y progresivo de la música, cuya mezcla con el death metal genera una nueva vertiente: el death metal técnico. La culminación de esta faceta se materializa en The Sound of Perseverance (1998). En la actualidad, el último disco de Death ha cosechado cierto prestigio y favoritismo a lo largo de los años. Incluso lo han coronado como el mejor trabajo ya ni siquiera de la banda, sino de Chuck Schuldiner.
The Sound of Perseverance es el final de Death y el comienzo de lo que hubiera sido la carrera solista del guitarrista. En esos mismos años, el padrino del death metal también trabajó en el el debut y único álbum de Control Denied, The Fragile Art of Existence. En esta nueva banda, Schuldiner se aleja completamente de las voces guturales y alaridos, y en vez de ocuparse él del puesto, cede el lugar al vocalista a Tim Aymar, cuyo bozarrón se asemeja más a un cantante de heavy metal clásico. The Fragile Art of Existence es un gran disco de metal técnico (de mis favoritos del verano 2024), y es imposible no preguntarse qué hubiera pasado si hubieran seguido.
Volviendo a The Sound of Perserverance, aquí la refinación de las composiciones son mucho más complejas, mejor ejecutadas y con estructuras que se sienten construidas desde una lógica de teoría musical. “Scarvenger of Human Sorrow”, “Spirit Crusher”, “Story Tell” y “Flesh and the Power it Holds” son una muestra clara de ello: los distintos pasajes, los poliritmos de los instrumentos, el momento de narración desde la música y una lírica a la altura de las circunstancias. Pordríamos decir que tanto Human, como Individual Thoughs Patterns y Symbolic (1995) -otra joyita de Death-, sirvieron para llegar a la culminación del sonido del death más técnico y complejo. The Sound of Perseverance es la fórmula del progressive death absoluto (junto a Focus de Cynic) y si el metal del siglo XXI tomó un álbum como caballito de batalla para la creación de nuevas obras y propuestas musicales, ese fue el último disco de Death.
Otoño imperdonable
Mientras escribo estas líneas, hacen unos 10ºc en Buenos Aires. Sí, es el frío otoñal. Para este nuevo Otoño imperdonable, van unos brevísimos textos sobre algunos de los discos que estuve/estoy escuchando.
Tribulation - Down Below (2018, Century Media)
Por esas casualidades, el algoritmo de Youtube me destacó la presentación de los suecos en el Bloodstock del 2023 y, de entusiasmo, volví a escuchar Tribulation. Especialmente, el álbum Down Below, el último con Jonathan Hulten, uno de los socios fundadores. En esta obra, la banda de death metal setentero (?) profundiza lo patentado en The Children of The Night (2015), cada vez más alejados del death metal y más cerca de expresiones que tienen que ver con bandas de sonido ala Goblin, el psicodélico y el gothic. Si no escuchaste nada de Tribulation, este álbum puede ser una buena puerta de entrada. Especialmente, si empezás por el espectacular “The Lament”.
John Carpenter’s Lost Themes: IV - Noir (2024, Sacred Bones Records)
El maestro Carpenter está de regreso con otro Lost Themes y, aquí, todo huele a más que perdido, a nuevas composiciones. Afortunadamente (o desafortunadamente, depende cómo lo mires), el ¿ex? director de cine está súper afilado y cada vez más comprometido con su faceta musical que, en compañía de su hijo Cody y Daniel Davis, este año sacó un gran álbum de synth wave/dungeon synth/ost con todos los sonidos y referencias que nos gusta del viejo Carpenter. Salío hace pocas semanas y tal vez estemos en presencia de uno de los álbumes destacados del 2024.
Konami Kukeiha Club - Castlevania: Rondo Of Blood / Dracula X (2018, MONDO)
Siguiendo con Carpenter, en el último What’s in my bag? de Amoeba, el trío carpenteriano estuvo recomendando discos. De entre todos ellos, Cody eligió la banda de sonido del Castlevania: Rondo of Blood / Dracula X que en el 2018 el sello MONDO editó en un hermoso gatefold. Volver a escuchar la música de la esta saga de videojuegos me hizo entender, por un lado, cuáles fueron las influencias del Lost Themes IV y, por otro, la importancia que cada vez tienen este tipo de productos culturales en la gestión de nuevas obras. Además, y nota personal, escuchar este OST me hizo volver a jugar Castlevania luego de años de no hacerlo.
Estas recomendaciones son las que importan.
La seguimos.
N.