Opeth, Deliverance & Damnation: los gemelos eternos
Pasaron 20 años desde la salida de Deliverance y Damnation, la doble obra de Opeth, y en esta nota te cuento cómo fueron creados.
BAJO EL SOL DE MEDIANOCHE PRESENTA:
Opeth: Deliverance & Damnation
El nuevo milenio fue un comienzo brillante para la (por entonces) banda sueca/uruguaya. Con el imprescindible Blackwater Park (2001) habían logrado un reconocimiento en la escena heavy metalera mundial y rápidamente se convirtieron en los favoritos, la nueva promesa y una puerta de entrada para los círculos ajenos.
La espléndida fórmula de Mikael Åkerfeldt para combinar las feroces estructuras del death metal, junto a los armoniosos pasajes del progresivo, el folk y el jazz fusión le permitieron al grupo posicionarse en una especie de vanguardia donde, probablemente, todo lo que generarán estaría por arriba de las expectativas. El siguiente movimiento de Opeth fue mucho más ambicioso: esta vez sería la edición de dos álbumes en conjunto, uno totalmente diferente del otro, funcionando casi como una dicotomía. Por un lado, la versión maligna y pesada, una continuación lógica de Blackwater Park. Mientras que por el otro estaría el costado más melancólico, fantasmagórico y electroacústico, un formato que hasta ese momento la banda no había explorado.
“La idea surgió porque Mike estaba componiendo un montón de partes acústicas para el próximo disco y no quería dejarlas afuera”, afirma Martín Méndez (bajista desde 1998) en respuesta de por qué la decisión de dos álbumes. “No podíamos hacer un disco pesado con tanto material acústico. Y resulta que Jonas (Renkse, vocalista de Katatonia y amigo de la banda) le dice a Mike ‘¿por qué no hacen un disco acústico?’. A Mike le encantó la idea e inmediatamente nos llamó a todos para preguntarnos qué nos parecía”. Sin embargo, ambas placas no fueron pensadas para ser publicadas en simultáneo. “Opeth es una banda que te puede dejar exhausto después de un tiempo”, manifestó Akerfeldt. “Dos discos de esta clase de música cansan a cualquiera. Editar un álbum doble nunca estuvo en los planes de nadie, pero sí publicar ambos al mismo tiempo. El sello (por aquel entonces, Music For Nations) nos ‘sugirió’ que hagamos una pausa entre el lanzamiento de uno y otro. Al final tuvimos que hacerles caso y sacarlos con tres o cuatro meses de intervalo”.
Esta nota fue publicada originalmente en un semanario veraniego digital llamado BAJO EL SOL DE MEDIANOCHE PRESENTA. Vuelvo a compartir en este espacio aquella nota, antes de que se pierda en el éter.
Con el visto bueno del sello, solo faltaba empezar a producir el material para lo que finalmente fue Deliverance y Damnation. Los nombres de los álbumes fueron una especie de disparadores para diferenciar qué canciones iban a ser destinadas para cada uno. “Al principio quería que los dos siguieran un mismo concepto, pero no tuve tiempo de pensar una historia que los conectará”, argumenta Mikael y agrega que “me gustó la idea de jugar con los títulos y poner Deliverance (algo así como Entrega o Rescate emocional) al disco pesado y Damnation (Maldición eterna o Condena) al más tranquilo”. La composición y grabación de los 14 tracks finales fueron un trabajo por demás caótico. Al respecto, el cantante de Opeth recuerda que “fue una experiencia tan agotadora. Tuvimos un montón de problemas técnicos. Llegó un punto en el que ya estaba pensando en volver a mi casa y olvidarme del asunto”. Ese estrés fue producto del desorganizado periodo de composición ya que “sólo teníamos una canción terminada antes de encerrarnos en el estudio. Creo que fue Wreath. Después, una vez adentro, grabamos lo que se nos ocurría y por las noches yo seguía componiendo.” En ese tiempo, era bastante común que los integrantes de Opeth ensayarán el material apenas unos días antes de entrar a grabar. Åkerfeldt componía todas las canciones y les enseñaba las partes a sus compañeros para finalizarlas y registrarlas. Esta vez, el proceso fue todo lo contrario. “Ninguno de los discos estaba terminado a la hora de entrar al estudio. Mike nos había grabado unos demos con unas cuantas ideas, pero nada que se parezca ni remotamente a canciones terminadas”, sostiene el uruguayo Méndez y sigue: “Nos juntamos un día en la sala de ensayo y repasamos un par de riffs. Los discos los grabamos en simultáneo en un tiempo de dos meses, cosa que parece mucho tiempo… pero sin saber que mierda vas a tocar a la hora de grabar te puedo asegurar que no lo es”.
Según Mikael, “grabamos la batería de ambos álbumes. Las partes para Deliverance primero y después las de Damnation. Luego las guitarras acústicas para ambos porque suenan iguales; guitarras rítmicas y así sucesivamente. Las voces, salvo por dos canciones, las grabé en el estudio de Steven Wilson (emblemático productor y fundador de la banda Porcupine Tree). Ambos discos llevaron unas ocho semanas de grabación en Gotemburgo, más unos diez días en Inglaterra en el estudio de Steve”. Nuevamente con Wilson a cargo de la producción, como sucedió en Blackwater Park, se encargó de armonizar todas las voces de Åkerfeldt y darle las capas de sonido y arreglos que tanto lo caracterizaron en su carrera profesional. “Steven nunca cambia nada de la música. Más bien aporta ideas para las voces, algún arreglo o alguna melodía”, asegura el bajista y continúa: “lo que más trabaja es el tema de la producción y sonidos. El tipo es un genio de los sonidos tanto de las voces como de las guitarras”.
El 12 de noviembre de 2002 Deliverance fue publicado y el resultado final fue un tanto dispar. Por un lado, el hecho de ensamblar dos álbumes al mismo tiempo y con una diferencia palpable en cuanto a direcciones musicales, definitivamente fueron cuestiones que afectaron al sexto álbum de estudio de Opeth. “Creo que al final yo dejé un poco de lado a Deliverance porque estaba tan entusiasmado con la idea de hacer algo como Damnation que sencillamente me olvidé de todo lo demás”, afirmó Åkerfeldt años después. “Me gustan los dos, pero creo que Deliverance tiene un par de momentos flojos y cosas que hoy haría de otra forma. Por otro lado, el tema Deliverance me parece extraordinario. Es una de nuestras mejores canciones. El resto quizás no esté a la misma altura”. Tan es así que la canción da título al álbum se convirtió en uno de los clásicos y con el que la banda suele cerrar los shows. Y motivos no le sobran: sus casi 14 minutos son un punto cúlmine en la carrera de Opeth, una perfecta síntesis de todas las estructuras complejas y extremas que Mikael Åkerfeldt y cia podían realizar tanto en el estudio como en el escenario (diferentes climas, poliritmos, la extremidad del death metal y la delicada precisión del progresivo). Si Blackwater Park fue el modelo más representativo de la banda sueca, la canción “Deliverance” fue la perfección de esa propuesta.
Cinco meses después, el 22 de abril de 2003, se editó Damnation. El disco distinto de aquella época y el que marcó un verdadero quiebre. Este álbum destapó una nueva faceta y volvió a demostrar el talento compositivo del líder sueco y, una vez más, que Opeth era la vanguardia. Hasta entonces, pocas bandas de metal extremo se atrevieron a experimentar de tal manera que fuera imposible rastrear el viejo sonido y con un presente casi o completamente distinto -en simultáneo, el otro caso fue el de Ulver, un grupo noruego de black metal que a partir del álbum Perdition City (1999) viraron hacía una dirección más de electrónica, noise y avant garde. En Damnation por primera vez no había rastros de voces guturales y esa ferocidad tan característica del death. Fue un álbum con mucha más sintonía con discos como el Unplugged de Alice In Chains que con Altars of Madness de Morbid Angel.
A partir de Damnation, la banda cada vez fue abordando sus influencias del rock progresivo de la década del 60 y 70, y por ello estuvieron más presentes instrumentos típicos del género, como el mellotron. “Quería que Damnation tuviera un sonido un tanto tenebroso y de ahí el uso del mellotron (...) Todas las ideas raras terminaron en ese disco. Hubo un montón de experimentos, retrasos, complicaciones. Nada estaba escrito de antemano, no había nada de nada”, manifiesta Mikael y sigue: “fue cuestión de juntar todas las piezas y darle forma a algo que no lo tenía. En cierto punto, fue un proceso liberador, porque nos dimos el gusto de concebir ideas loquisimas y nos consolamos diciéndonos ‘total, para eso está Damnation… Todo lo que sea delicado y hermoso lo metemos ahí’ “. El uso del mellotron, los teclados, las distintas percusiones y el protagonismo de las guitarras acústicas y eléctricas lograron crear un cálido ensamble que se desenvuelve en los casi 43 minutos que dura la placa. “Death Whispered a Lullaby”, “Closure” y “Hope Leaves” (esta última, Åkerfeldt la describe como su “orgullo”), manifiestan las intenciones de una banda que buscaba llegar a nuevos horizontes, generando distintos climas de calma y desolación, como sucede en “To Rid The Disease”, el instrumental “Ending Credits” y el final sin guitarras con “Weakness” que dan por concluido un trabajo exquisito y excitante.
Como no podía ser de otra manera, el foco estuvo puesto en Damnation y fue aclamado como uno de los grandes discos del 2003, tanto por el público como por la prensa. Sin embargo, y a pesar del presente fructífero, los problemas en el seno de la banda se fueron incrementando. Luego de la gira presentación de ambos álbumes (del cual editaron el DVD Lamentations - Live At Sheperd’s Bush Empire, London), las relaciones entre los integrantes no estaba en las mejores y hasta llegaron a considerar la separación. Todo debido al estrés en el estudio, problemas de salud, pérdidas familiares, y peleas legales con el antiguo sello (para el registro en vivo Lamentations… Candlelight no les permitió grabar material de los primeros cuatro álbumes), llevó a que todo estuviese a punto de colapsar. “Literalmente, yo estaba hecho un desastre, mental y emocionalmente. Ambos discos fueron demasiados complejos y demandantes como para grabarlos en la forma en la que fueron grabados. Fue un trabajo descomunal y todo eso causó problemas entre nosotros porque casi no habíamos ensayado”, argumentó Mikael en 2006 y sigue: “después de esa experiencia me juré que nunca más iba a entrar a un estudio a grabar un disco sin antes haberlo ensayado bien”. Afortunadamente, Opeth logró recuperar la fuerza para seguir adelante y dos años más tarde volvería a ser la banda de la que todos hablarán gracias a otro pico creativo como lo fue Ghost Reveries (2005), un álbum que tuvo lo mejor de ambos mundos. Pero eso es historia para otra ocasión.
A la fecha, Damnation sigue siendo uno de los álbumes más destacados de los suecos, el favorito de muchos y el que supuso la puerta de entrada para nuevas generaciones. Incluso, para aquellas que por distintas razones les resulta chocante la faceta extrema del grupo. Desde 2003, la banda de Mikael Åkerfeldt atravesó distintos cambios, tanto musicales como de integrantes, pero siempre manteniendo un nivel de calidad. Por sobre todo, lograron mantenerse como una de las bandas de vanguardia de metal de la década del 2000, donde además de formar escuela (por ejemplo, Damnation influyó de manera directa -o indirecta- para que bandas como Agalloch y/o Enslaved tuvieran relevancia en sus propias experimentaciones), también fue uno de los nombres obligatorios para cualquiera que quiera entender de qué se trata del death metal progresivo y, por qué no, quienes son los referentes de metal en el siglo XXI.
La seguimos
N.
Para este artículo se utilizaron testimonios registrados en las revistas Maelstrom nº4, 5 y 12 y Jedbangers Nº61